Monday, December 19, 2011

Sobre Woody Allen


Rondaban los años sesenta, y el pequeño y feo judío de Brooklyn se hacía rostro conocido en televisión.
Allen Koningsberg ya era Woody Allen, el humorista más prometedor del show-business norteamericano.


Sufrió cuando le modificaron el guión de "What's New, Pussycat", para soñar enseguida con la posibilidad de hacer películas donde jamás se le discutiese su autoría.


Woody Allen, cuatro décadas más tarde, más de cuarenta títulos después, puede tener la satisfacción de que se salió con la suya.
Ha vencido lo que casi ningún otro, con una imagen y carrera siempre salpimentadas por su irregular relación con la crítica, el público y la sociedad de su país.


El sentido del humor fue carta de presentación y también ha sido tabla de salvación.
Allen conoce el género humano, lo ha analizado al revés y al derecho y ha concluido que nuestra existencia sólo puede contarse con risas y carcajadas.


Fruto del cine de los setenta, Allen también ha sido uno de sus niños díscolos.
Al contrario que Coppola, Scorsese o Malick, nunca ha pasado tiempo en silencio y ha rodado películas de manera ininterrumpida.


Se ha topado con dificultades en varias ocasiones, pero siempre ha contado con el apoyo del culto que despertó desde el día que llegó "Annie Hall".
Esa película fue el principio del allenismo. Sus anteriores comedias no estaban exentas de inteligencia, pero "Annie Hall" supuso ir más allá de la tira cómica y acercarse a la fábula contemporánea.


Las obsesiones quedaban plasmadas, para ser desarrolladas unas y otra vez.
La identidad, la filosofía, las relaciones amorosas, la cultura popular y la conflictiva relación de un hombre inteligente con la garrula sociedad de la televisión.


La neurosis como pincel, Nueva York como retablo; Woody Allen filmó la gran ciudad como nadie lo había hecho antes, extrayendo mística de luces y rincones.


Allen también se hacía el gran reivindicador de los sonidos vintage, entendido como la elegancia perdida en medio de la fugacidad de los tiempos contemporáneos.


En la obra de Allen, se impone una clara superioridad intelectual, más marcada dependiendo del empeño.
Sus diálogos están plagados de referencias culturales y cinéfilas, que lo han hecho adoradísimo por algunos y poco afecto para la mayoría.


La obra de Woody Allen se antoja diversa.
A veces, sometida a unas decisiones desconcertantes, como cuando se puso bergmaniano, copiando al que antes parodiaba.


En todo caso, sus películas son un continuo, un mismo universo. Los personajes y tramas se solapan y besan dentro de cada película, para luego replicarse en otras.


La relación con Hollywood se dice difícil. En realidad, ha sido inexistente.
Desde el primer día, Woody se apartó de sus demandas y prefirió tocar el clarinete antes que asistir a cualquier gala de los Oscars.
- No voy, porque no es seria - afirmó en una entrevista.


Cuando saltó el escándalo de su relación con Soon-Yi Previn, muchos dijeron que su país jamás lo volvería a aceptar.
Como en el caso de Polanski, ha habido perdones a medias.


La aparición esporádica de su nombre en las nominaciones al mejor guión original es la prueba de que no se le olvida, pero tampoco se le ama demasiado.
Tras el derrumbe del World Trade Center, Woody aceptaba, por primera y única ocasión, saltar al escenario de la Academia y honrar a su querida Nueva York.


Hacia finales de los noventa, su carácter libre y autosuficiente como cineasta entraba en conflicto con la definitiva billonarización del cine indie.


Fue motivo para que Woody Allen mirase definitivamente a Europa, público potencial y residencia de sus últimas películas.


Pero Woody ya no convence tanto.
Se busca marcar el momento en que el cine alleniano dejó de ser tan excitante y profundo como en otros tiempos.
Quizá sucedió cuando el propio Allen empezó a ser feliz.


Sus obras ya no son agridulces ni paranoicas ni terminan mal.
Ahora son comedias de gente rica que se ama, cambia de pareja y camina por bellas ciudades.


Es la condición turística del reciente Allen, donde la emoción minuciosa de sus mejores títulos se ha sustituido por el alto copete, cada vez más esquemático y complaciente.


"Medianoche en París", su más reciente título, ha sido un éxito de taquilla y recibía una unanimidad de elogios que Woody no conocía desde "Balas Sobre Broadway".


Por mi parte, no estoy en la sintonía de los que la aclaman como una recuperación.
La observo como otro ejemplo más de este Allen distante, que conserva virtudes, pero ha perdido vatios por el camino.


"Medianoche en París" me resulta una película muy boba, que no explota sus posibilidades.
Se dedica, de nuevo, a pasear por una ciudad, bajo una mirada acaudalada, autoindulgente y un tanto carca.


"Medianoche en París" habla de la obsesión por el pasado como eterno conflicto contemporáneo, más acentuado en épocas críticas.
Que ese viaje al ayer se resuelva como una galería de encuentros con artistas es vestirse de mera aventura museística.
Significa quedarse en la superficie, ser un fetichista.


De fondo, es "La Rosa Púrpura de El Cairo" contada sin melancolía ni emoción ni dimensión histórica.


Si ésta era un encanto que guardaba una sorpresa venenosa, "Medianoche en París" es un caminar sin percances por la lindura.
Y todo con la misma música que Allen lleva defendiendo desde hace treinta años. Antes, esa apología de Cole Porter resultaba maravillosa. Ahora marea.


Lo que no entiendo es porqué repite la misma historia para hacerla más inofensiva.


Es lo mismo que sucedió con "Match Point", que sería una película más importante si Allen no hubiese hecho antes la magistral "Delitos y Faltas".
La iteración es común a todos los artistas, pero en el cine canta la comparación.


Quizá el problema resida en esa compulsiva necesidad de hacer una película al año.
Por un lado, es celebrable que un cineasta personal trabaje tanto. Por otro, intuyo poca reflexión y observo mucha estandarización en los resultados.


En cualquier caso, hasta en su película más ligera, siempre está presente la proverbial delicadeza alleniana, base de su indiscutible reputación como gran cineasta.


Lo próximo de Woody es un viaje a Italia, bajo el título de "Nero Fiddled", de estreno anunciado para el venidero 2012.
Será ocasión también para recuperarlo como actor, labor que no desempeñaba desde "Scoop".


Mientras, "Medianoche en París" puede ser el billete para que consiga una nominación como mejor director en los próximos Oscars.
Él seguirá tocando el clarinete, fiel a sí mismo. Como se juró hace cuarenta años.


¡Salud!

No comments:

Post a Comment