Friday, December 9, 2011

Dormir. Quizá, Soñar


Rip Van Winkle durmió la guerra. La Bella Durmiente, su adolescencia.
Dos sopores, dos conflictos. Durmieron para no morir, bajo inquietantes maldiciones, abrigados en castillos y altas montañas.


Van Winkle, veinte años de olvido. La Bella, un siglo de maleza. Hibernados, los dos somnes, para despertar mañana.


Caen los seres cuando las luces se apagan, las fuerzas abandonan o la película es un aburrimiento.
El acto recurrente de dormir es misterioso y la ciencia confiesa desconocer todos sus mecanismos y propósitos.
¿Acaso echarse en la cama y perder la conciencia es nuestro aprendizaje para lo inevitable? Echados, lejos de la realidad, ¿dormir es morirse un poco?


Duermen los músculos, la conciencia y los sentidos, de manera relativa, más profunda o más ligera, en distintos niveles de incepción.
Es el lugar donde reciclar días funestos, donde se guardan instintos y se sellan secretos.


Dormir es necesario para no volverse loco, porque es el modo de archivar lo que sentimos.
Cuando estamos despiertos, suprimimos los impulsos y reprimimos la mayoría de las emociones.
El sueño es la manera de disparar y sofocar, sin hacer daño a nadie. Quizá, sin dormir, seríamos todos asesinos.


Los organismos descansan, pero el cerebro vive más que nunca.
Para la imaginación del mundo, no hay nada como lo que pensamos y creamos cuando dormimos.


El sueño es enigmático, digno de todo significado, alérgico a cualquier razón.
Desde el comprensible al disparatado, del erótico al terrorífico, el sueño es la improbabilidad, la victoria del inconsciente, las ideas sin ataduras, la cabalgada de los monstruos.


La ficción adora retratar los sueños.
Sus personajes duermen y expresan sus inquietudes a través de largos corredores y estancias que se hacen otras.
Objetos, palabras sueltas, pistolas, mujeres de escote. Alegorías, símbolos, metáforas.
Porque el sueño es el terreno de lo subliminal, desde donde se nutren las fantasías y los deseos.


El sueño es también sinónimo de aspiración vital. Soñamos con convertirnos en gente importante, viajar a través del mundo, conocer el amor.
Los sueños de la vida consciente se escurren tanto como los que desplegamos al dormir. Perseguirlos es perder el aliento.


¿Qué he soñado?
Quiero conocer el final, pero el despertador me ha dejado en cliffhanger. Si volviera a dormir, jamás podría saber la resolución.
En este instante, ya ha perdido el significado.


El sueño puede ser una sucesión de imágenes inconexas para algunos seres.
Para otros, son auténticos melodramas, con protagonistas y sucesos, bajo una lógica absurda que se desvanece al despertar.
Al no ser inteligibles, recordarlos es igualmente difícil.


Se sueña con conducir por carreteras desconocidas, con desandar infancias, con ver a los olvidados, con encontrar a los odiados.


Soñar es reconciliarse con el universo, mientras expresa lo difícil que nos resulta caminar a su través.
Las cosas desvanecidas, incompletas o sufridas irrumpen en el sueño, con la virtud de lo pendiente.


Por ello, dormir no siempre significa simple descanso. A veces, es un agotador ajuste de cuentas con uno mismo.


Queda despertar.
Despertó la Bella Durmiente, previo morreo. El amor había entrado en su estancia, iluminada de virginidad y tristeza.


Despertó Rip Van Winkle y vio que su barba era larga, su mujer había muerto, su hijo era abuelo y el mundo era otro, tras dos décadas de guerra y revolución.


Abrieron los ojos y encontraron el día después. Peor o mejor de lo que habían soñado, sin derecho a reclamación.


Dormir es el punto y coma; despertar es el nuevo párrafo.
Otra historia, otra esperanza. Otra jornada maravillosa, otro día de mierda. Quién sabe.

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