Wednesday, October 19, 2011

Fuego y Muerte de Bonnie y Clyde


En 1934, una lluvia de tiros mató la quietud de Louisiana y acabó con la vida de Bonnie Parker y Clyde Barrow.
Ella llevaba puesto el anillo de un marido olvidado. En el coche, lleno de agujeros de bala, él dejaba un saxofón y un brutal arsenal de armas y municiones.


El humo del tiroteo aún no se había disipado, pero los curiosos se acercaron a los cadáveres.
Una mujer cortó un sangriento mechón del pelo de Bonnie. Un señor fue sorprendido intentando arrancar un dedo de Clyde.
Cuestión de souvenir, aseguraron, mientras llegaba el forense.


Entendida como la más salvaje historia de amor jamás contada, Bonnie y Clyde es una de las primeras leyendas mediáticas, azuzada por la prensa y despertada a fuego vivo en la imaginación colectiva.
Por ello, desde el primer día, nadie supo distinguir lo que realmente sucedió y lo que quiso contarse sobre las fechorías de la pareja.


Bonnie Parker adoraba las películas sonoras, era camarera y había estado brevemente casada con un marido maltratador.
Clyde Barrow provenía de una familia pobre de solemnidad y había cometido pequeños robos desde muy tierna edad, acabando pronto con sus huesos en prisión.


Entre rejas, Clyde cometió su primer asesinato. El muerto era su compañero de celda, que había abusado sexualmente de él durante más de un año.
Cuando Clyde fue liberado, quedaba claro que la cárcel había convertido a un ladrón de poca monta en un frío criminal.


Bonnie y Clyde se conocieron en casa de un amigo común, y tuvieron un flechazo instántaneo. Ella fue tras él hasta su muerte, sin dudarlo.


Las pequeñas escaramuzas de Bonnie, Clyde y sus asociados empezaron a tornarse serias desde el momento en que abrieron fuego.
Agentes y civiles en el camino de la banda Barrow caían abatidos sin demasiados escrúpulos.


Los atracos en tiendas y gasolineras y los hurtos de coches fueron más habituales que los puntuales asaltos a los bancos, al contrario de lo que reza la leyenda.
Entre los componentes de la banda, se encontraban Buck Barrow, hermano de Clyde, también ex presidiario, y su esposa, Blanche.


Tras ser descubiertos en su escondrijo de Joplin, la banda Barrow escapaba, dejando tras de sí documentos, fotos y grabaciones.


Se los veía posando con sus armas, emulando a glamourosas estrellas. Esas imágenes fueron el inicio del furor.


De ser preocupación local, Bonnie y Clyde se hicieron los favoritos de la prensa de todo el país. No era sólo su condición de vengadores lo que llamó la atención, sino el sex-appeal que devolvía la simple imagen de la pareja.
Bonnie y Clyde eran jóvenes, no estaban casados y, por seguro, follaban.


Pero la realidad nunca fue tan sexy. La banda Barrow se convirtió pronto en una jauría desesperada y hambrienta, que se movía por la geografía de varios estados, sin mayor brújula que una fútil supervivencia.
La muerte de Buck Barrow y la captura de su esposa Blanche fue la piedra de toque, el principio del fin.


Pero sería la partipación de la banda en una fuga de presos de una cárcel de Texas lo que los sentenció.
Clyde se cobraba su esperada venganza contra el sistema penitenciario, dejando en ridículo la seguridad del lugar.
Para el estado de Texas, el asunto se hacía personal, y los expertos comenzaron a diseñar mapas, trazar itinerarios y aventurar hipótesis sobre los recorridos de la pareja y sus amigos.


Finalmente, la emboscada. Entre asesinatos y fugas, la banda solía encontrar margen para visitas familiares. En la última, los atraparon.
Él tenía 25 años; ella, 23. Bonnie y Clyde cayeron muertos entre las deudas de su inacabable leyenda.


La ficción los ha adorado siempre. Sobre todo, a ella. La chica del gángster, que empuña las armas, fuma cigarrillos puros y no se anda con chiquitas.
En realidad, Bonnie Parker disparaba poco. Dicen que nunca mató a nadie y no merecía que la policía la ejecutase en emboscada.


Una de las grandes películas nacidas al calor del mito la volvía a etiquetar como una súper mujer fatal.
Se llamaba "Gun Crazy" (El Demonio en las Armas), título de serie B consagrado como clásico de culto.


Las pistolas despiertan una incontrolable fascinación en el protagonista.
Ella, cual Eva tentadora, no hará sino ofrecérselas y propiciar el ansia de caza que descansa en todo animal.


En 1967, Arthur Penn dirigía "Bonnie & Clyde", el relato más conocido de los dos criminales.
En ella, se reescribió la historia como una poética mirada a la Depresión, donde dos atontados por la miseria y el tedio se lanzan al crimen como garantía de emoción.


El arma volvía a ser utilizada como símbolo freudiano.
En la película, se nos cuenta que Clyde era impotente. Toda una ironía que estuviese interpretado por el ínclito pichabrava de Warren Beatty.


"Bonnie & Clyde" se tomó bastantes libertades con la historia real; a cambio, ofreció una de las primeras muestras del poderoso retro norteamericano.


Dos forajidos en tiempos de ruina, dos pilluelos venidos a peor, dos malqueridos por un sistema en quiebra, ¿quiénes eran Bonnie y Clyde?
Ellos siempre entendieron sus asesinatos como una necesidad eventual, al calor del momento.
En sus actos, tal vez no hubo sed de sangre, sólo una animalizada huida hacia delante.


La historia de Bonnie y Clyde es la de aquellos que despiertan al crimen y lo entienden como su único modo de supervivencia.
La historia de los míseros, que roban con la esperanza de hacerse ricos y se acuestan con hambre entre la penumbra de sus fugas.


Murieron tal y como nacieron. Con el sonido de la pobreza y el hedor del silencio.

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